Algo que me
inundó al llegar a Tánger fue su luz, protagonista principal para nosotros de
la ciudad. Una luz que quizás al estar tamizada por la calima que crea la
cercana unión de un mar y un océano se convierte en una luz irreal, dando a
todas las cosas un color diferente. Fue entonces cuando tomó sentido para
mí la enfermiza fijación de José por ese
amarillo que tiene que ser ese amarillo de la playa de Tánger y ese azul que
tiene que ser ese azul del mar de Tánger, y que una tarde se quedó cincelado en
su retina mientras bajaba por la calle Goya al paseo de los balnearios comiendo
uno de esos bocadillos exquisitos que solo el sabor de la infancia recuerda y
que su padre le solía comprar en bar de Los Martínez para merendar casi todos
los días.
Rachel Muyal |
Mientras cenábamos un delicioso cuscús y los músicos
tocaban sus tambores bereberes para entretener la cena de los comensales nuestra pequeña velada se interrumpía a cada momento por el roce de los velos de una
bailarina del vientre, que bailaba junto a las mesas, hasta que los allí
presentes iban metiéndoles billetes entre los velos. Para mí esto último era una curiosa perversión de la
tradición, que a mi entender convertía esta danza en una triste copia de cualquier barra de estriptis de New York
y una burda distracción para turistas que me entretenía
de la charla de Rachel y me hacía perder el hilo de la historia viva de un Tánger
esplendoroso. Curiosa comparación con lo que allí me encontraba.
Rachel nos contaba fantásticas historias de cómo mientras se oficiaba
misa se podían oír los cánticos judíos de la sinagoga que lindaba con la iglesia
o como los musulmanes populares de la ciudad invitaban a médicos judíos a las
bodas de sus hijos ,o como los niños que iban de casa en casa a visitar a sus
amigos disfrutaban de los parabienes de las celebraciones de la Primera Comunión, la Circuncisión, las fiestas de Purim, Pesá, Mimina, Yom Kippur,
Hanucá, Ramadán , Navidad o Semana Santa, dependiendo de la época del año y de
que confesión procesar el dueño de la casa visitada y sin importar naturalmente la procedencia del niño que la visitara. Cuanta libertad, cuanta felicidad,
despreocupación y riqueza cultural y que feo se ha vuelto todo ahora que percibimos cualquiera de estas celebraciones como amenazas e invasiones.
Quizás la democratización del lujo y la masificación
del turismo acabó por rematar ese Tánger glamuroso, exclusivo y colonial que
nunca volverá y sin embargo sigue tan presente.
Por encima de políticas, nacionalidades y religiones
me sorprendió apreciar como el Tangerino auténtico (ya sea de origen, europeo, marroquí o judío) se reconoce por encima de todas las cosas, y formará siempre
parte de un club exclusivo al que me da mucha envidia no pertenecer. El Tangerino
(marroquí) nunca se mostró resentido por ese pasado colonial por que como
escribiera Chukri en el pan desnudo…
“Una
tarde, no podía detener mis lágrimas de tanta hambre que tenía. Chupaba y
rechupaba mis dedos. Vomitaba sólo saliva. Mi madre me decía, para calmarme:
Cállate, vamos a irnos a Tánger. Allí hay pan en abundancia. No llorarás más por el pan cuando estemos allí. En Tánger la gente come hasta saciarse ¿Ves a tu hermano? Él no llora. En Tánger no vi las montañas de pan que me había prometido mi madre. También había hambre en este paraíso, pero era menos mortal que en el Rif".
MOHAMED CHUKRI “El pan desnudo”
Cállate, vamos a irnos a Tánger. Allí hay pan en abundancia. No llorarás más por el pan cuando estemos allí. En Tánger la gente come hasta saciarse ¿Ves a tu hermano? Él no llora. En Tánger no vi las montañas de pan que me había prometido mi madre. También había hambre en este paraíso, pero era menos mortal que en el Rif".
MOHAMED CHUKRI “El pan desnudo”
Así pues el
Tangerino (marroquí), hoy con conciencia de ciudadano de un país soberano,
aunque no participara del Tánger colonial directamente siempre contempló ese pasado
con un brillo de nostalgia deslumbrada en sus ojos. Hoy es fácil reconocer a un
Tangerino auténtico, de uno nuevo. Un tangerino podrá hablar contigo en español, francés, ingles, o árabe, un Tangerino venido de fuera hablará Arabe y
quizás también chapurree Francés.
Como muy
bien lo define mi gran amigo Taffersitti. "Tánger para bien o para mal se ha
ruralizado".
No quiero
continuar este relato sin hablar de una mujer, cuyo encuentro Tánger me ha
marcado profundamente, Cecilia Fernández, la directora de Instituto Cervantes. En Tánger, sin lugar a dudas ella ha sido un gran puntal en la producción de
esta película, junto con mi gran amigo Juan Carlos Sánchez. Mujer inquieta, directa y resuelta, siempre con un cigarro y una
sonrisa en los labios. Mujer menuda y delgada de pelo corto y figura discreta. Nunca las
artes de nuestra patria podrán pagar a gente como ella el inmenso servicio
que realizan en obra y cuerpo por la difusión
nuestras letras y arte en el mundo. Creedme no hay dinero que page la
labor que realiza gente como Cecilia, una auténtica diplomática, a tiempo completo,
de nuestra cultura en tierras extranjeras, con ella he vivido momentos únicos
en Tánger.
Cecilia y muchos otros, como Juan Carlos Sánchez, editor y empresario, son unos auténticos activistas de la cultura española en el mundo, y nunca en terreno hostil, pues allí donde hay un Instituto Cervantes germina en seguida un talante especial que te hace sentir muy cerquita de casa.
Cecilia y muchos otros, como Juan Carlos Sánchez, editor y empresario, son unos auténticos activistas de la cultura española en el mundo, y nunca en terreno hostil, pues allí donde hay un Instituto Cervantes germina en seguida un talante especial que te hace sentir muy cerquita de casa.
Descubrir
que hay gente así ha sido para mí un acicate y me hace pensar más aún que si
merece la pena implicarse, intentarlo y luchar, porque lo
demás no significa nada, sólo desidia. Cecilia Fernández es para mí otro ser mítico de
esta ciudad. La marquesa del Zoco, como la llaman en Tánger sus vecinos, porque
ella se empeñó en vivir allí en las entrañas del Tánger más antiguo y genuino.
Paseando por
el Zoco chico me encontré otros lugares comunes, para nuestra historia
como la pensión Fuentes, aún con su viejo cartel que permanece en español. La
pensión Fuentes fue la casa familiar y eterno proyecto de fundación del pintor
Antonio Fuentes. La pensión Fuentes era un punto de reunión de intelectuales en
Tánger, junto con el Café Central, justo enfrente, y donde yo he disfrutado de algún que otro té, pues no sé porque siempre que mis pasos se perdían me llevaban a
este lugar por donde puedes ver pasar el mundo, otra mágica característica de
esta ciudad. En la pensión Fuentes Antonio se inició en la pintura. Comenzó de
niño pintando en las mesas de mármol del café o en la azotea y llegó a
convertirse en coetáneo y amigo de grandes genios de la modernidad como Picasso
en ciudades como París y Roma. En sus últimos años, Antonio Fuentes, volvió a Tánger y
se quedó atrapado por la magia de su ciudad natal, como lo hicieron otros artistas Delacroix,
Matisse o Fortuny… En la Tánger gloriosa, cosmopolita y viciosa, de los años
40 a los 60.
Detalle del Zoco Chico |
Advierto, en
este momento, que cada uno de los sitios que enumero deberían ser por si mismos en este
relato todo un capítulo y que el libro que escribiría debería tener varios
tomos. Pero lo que tengo en espacio, en tiempo, en dedicación y lo peor de todo
y más frustrante para mí, en voluntad, solo me da para este relato que quizás
algún día pueda desarrollar como se merece.
Es curioso... palabras como memoria, nostalgia,
melancolía e incluso añoranza se deberían repetir hasta la saciedad en este
relato, y este debería ser un relato plagado de los lugares e incluso gentes petrificadas
en un tiempo cercano. Lugares que
también se convierten en nombres propios y toman identidad de personajes por su
historia. Allí anclados en el pasado se quedaron el Cine Goya, el Club mediterráneo, la plaza
de toros (la más grande de áfrica) mil peluquerías y despachos de cambio de
moneda ya en desuso, … Y entre todos,
el tesoro más precioso de estos naufragios fantasmagóricos y colosales, el gran fantasma, con su
flamante osamenta oculta entre edificios de viviendas construidos a su
alrededor de forma desordenada e
impersonal pero descubriéndose aún como la
gran catedral de las artes de la ciudad “El Teatro Cervantes”. Creo que nunca
el esqueleto de un teatro ha transcendido
tanto desde una colonia de ultramar como el mitiquísimo teatro Cervantes. Para mi tener el privilegio de descubrir sus entrañas desgarradas a través de la luz
de una pequeña linterna y pasear por su patio de butacas destrozadas fue como
viajar a una pesadilla mil veces
repetida por las palabras de tantos que lo añoraron y creen con fuerza en
su resurrección de entre los muertos.
Y sus muertos, los de Tánger, también son muertos honorables y memorables, desde la estatua del benefactor Doctor Cenarro que aún se conserva en el cementerio musulmán que está junto al Zoco, o los ya anónimos del cementerio fenicio, que esta horadado en una terraza natural mirando al mar y donde en las noches de verano se confunden las siluetas de los amantes furtivos del Corán con las de los fumadores de Quifi y con las de los espíritus de los primeros pobladores de Tánger. Pasando, como no, por el cementerio judío e incluso, por el de animales, porque Tánger llegó a tener un cementerio de mascotas del que aún se conserva algo, lo que indica el nivel de desarrollo que llegó a tener esta metrópoli en su esplendor.
Teatro Cervantes |
Y sus muertos, los de Tánger, también son muertos honorables y memorables, desde la estatua del benefactor Doctor Cenarro que aún se conserva en el cementerio musulmán que está junto al Zoco, o los ya anónimos del cementerio fenicio, que esta horadado en una terraza natural mirando al mar y donde en las noches de verano se confunden las siluetas de los amantes furtivos del Corán con las de los fumadores de Quifi y con las de los espíritus de los primeros pobladores de Tánger. Pasando, como no, por el cementerio judío e incluso, por el de animales, porque Tánger llegó a tener un cementerio de mascotas del que aún se conserva algo, lo que indica el nivel de desarrollo que llegó a tener esta metrópoli en su esplendor.
Y los olores,
mil olores de vida y muerte que se mezclan en Zoco, el grande y el chico tan
vivos de gente, y tan de verdad….
Todo esto descubrió para mí un Tánger mítico visto
desde los ojos de un niño que allí nació y allí se quedó siempre, impresos en
sus retinas el azul turquesa del mar y el amarillo de la playa, el olor de las
infusiones mezclado con el de las especias y el pachuli…
El rodaje de “Tangernación”, la película, fue como navegar sobre este mar de recuerdos y sentimientos y sé que esta película siempre quedará en mí como siempre quedará mi nombre atrapado en sus títulos de crédito. Aunque la película que nos mostrará el impecable montaje de Gema Romera no será para mí nunca completa porque en ella faltarán los descubrimientos de una ciudad mítica a través de los ojos de un niño de 8 años en el cuerpo y la mente aturdida aún por los mil descubrimientos y sorpresas de un pobre productor de 36 vapuleado por las circunstancias.
“Podríamos
pensar que Tánger es una entelequia, un sueño, pero no es verdad por que Tánger está ahí, existe…”
Ángel
Quirós
"Muchas veces
pienso que Tánger era un estado de ánimo y que probablemente se instala para
siempre en esa parte un poco fantasmal de la memoria en la que algunas personas
no sabemos distinguir lo que fue verdad de lo que fue mentira."
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