Translate / Traductor

jueves, 14 de noviembre de 2013

Tangernación (Nota del Productor) 2ª Parte

Algo que me inundó al llegar a Tánger fue su luz, protagonista principal para nosotros de la ciudad. Una luz que quizás al estar tamizada por la calima que crea la cercana unión de un mar y un océano se convierte en una luz irreal, dando a todas las cosas un color diferente. Fue entonces cuando tomó sentido para mí la enfermiza fijación de José por ese amarillo que tiene que ser ese amarillo de la playa de Tánger y ese azul que tiene que ser ese azul del mar de Tánger, y que una tarde se quedó cincelado en su retina mientras bajaba por la calle Goya al paseo de los balnearios comiendo uno de esos bocadillos exquisitos que solo el sabor de la infancia recuerda y que su padre le solía comprar en bar de Los Martínez para merendar casi todos los días.

Rachel Muyal
Es posible que nosotros en nuestro viaje de localización nos sentáramos en la misma mesa y en la misma silla en la que Mohamed Chukri se emborrachaba en los míticos cafés como el Café de Paris, el Café de France, o incluso en el Hotel Minzah donde pasamos una velada con  Rachel Muyal. Quizás una de la últimas hebreas que mantiene la memoria viva  del paso de ese pueblo y sus mil historias y nombres por esta ciudad mágica. Rachel fue durante mucho tiempo regente de la Librairie des Colonnes, templo de la memoria viva histórica de Tánger. De esa velada recuerdo el gran salón del Minzha y cómo mientras Rachel nos rememoraba en compañía de Juan Carlos Sánchez, nuestro cicerone de lujo en Tánger, una tras otra, las mil historias de los mil personajes que componen su memoria y como cada noche hervían en esa ciudad decenas de fiestas, tantas como nacionalidades y lenguas pudieras encontrarte en sus calles...

Mientras cenábamos un delicioso cuscús y los músicos tocaban sus tambores bereberes para entretener la cena de los comensales nuestra pequeña velada se interrumpía a cada momento por el roce de los velos de una bailarina del vientre, que bailaba junto a las mesas, hasta que los allí presentes iban metiéndoles billetes entre los velos. Para mí esto último era una curiosa perversión de la tradición, que a mi entender convertía esta danza en una triste copia de cualquier barra de estriptis de New York y  una burda distracción para turistas que me entretenía de la charla de Rachel y me hacía perder el hilo de la historia viva de un Tánger esplendoroso. Curiosa comparación con lo que allí me encontraba.

Rachel nos contaba fantásticas historias de cómo mientras se oficiaba misa se podían oír los cánticos judíos de la sinagoga que lindaba con la iglesia o como los musulmanes populares de la ciudad invitaban a médicos judíos a las bodas de sus hijos ,o como los niños que iban de casa en casa a visitar a sus amigos disfrutaban de los parabienes de las celebraciones de la Primera Comunión, la Circuncisión, las fiestas de Purim, Pesá, Mimina, Yom Kippur, Hanucá, Ramadán , Navidad o Semana Santa, dependiendo de la época del año y de que confesión procesar el dueño de la casa visitada y sin importar naturalmente la procedencia del niño que la visitara. Cuanta libertad, cuanta felicidad, despreocupación y riqueza cultural y que feo se ha vuelto  todo ahora que percibimos cualquiera de estas celebraciones como amenazas e invasiones.

Quizás la democratización del lujo y la masificación del turismo acabó por rematar ese Tánger glamuroso, exclusivo y colonial que nunca volverá y sin embargo sigue tan presente.

Por encima de políticas, nacionalidades y religiones me sorprendió apreciar como el Tangerino auténtico (ya sea de origen, europeo, marroquí o judío) se reconoce por encima de todas las cosas, y formará siempre parte de un club exclusivo al que me da mucha envidia no pertenecer. El Tangerino (marroquí) nunca se mostró resentido por ese pasado colonial por que como escribiera Chukri en el pan desnudo… 

“Una tarde, no podía detener mis lágrimas de tanta hambre que tenía. Chupaba y rechupaba mis dedos. Vomitaba sólo saliva. Mi madre me decía, para calmarme:
Cállate, vamos a irnos a Tánger. Allí hay pan en abundancia. No llorarás más por el pan cuando estemos allí. En Tánger la gente come hasta saciarse ¿Ves a tu hermano? Él no llora. En Tánger no vi las montañas de pan que me había prometido mi madre. También había hambre en este paraíso, pero era menos mortal que en el Rif". 
MOHAMED CHUKRI “El pan desnudo”



Así pues el Tangerino (marroquí), hoy con conciencia de ciudadano de un país soberano, aunque no participara del Tánger colonial directamente siempre contempló ese pasado con un brillo de nostalgia deslumbrada en sus ojos. Hoy es fácil reconocer a un Tangerino auténtico, de uno nuevo. Un tangerino podrá hablar contigo en español, francés, ingles, o árabe, un Tangerino venido de fuera hablará Arabe y quizás también chapurree Francés.

Como muy bien lo define mi gran amigo Taffersitti. "Tánger para bien o para mal se ha ruralizado".

No quiero continuar este relato sin hablar de una mujer, cuyo encuentro Tánger me ha marcado profundamente, Cecilia Fernández, la directora de Instituto Cervantes. En Tánger, sin lugar a dudas ella ha sido un gran puntal en la producción de esta película, junto con mi gran amigo Juan Carlos Sánchez. Mujer inquieta, directa y resuelta, siempre con un cigarro y una sonrisa en los labios. Mujer menuda y delgada de pelo corto y figura discreta. Nunca las artes de nuestra patria podrán pagar a gente como ella el inmenso servicio que realizan en obra y cuerpo por la difusión nuestras letras y arte en el mundo. Creedme no hay dinero que page la labor que realiza gente como Cecilia, una auténtica diplomática, a tiempo completo, de nuestra cultura en tierras extranjeras, con ella he vivido momentos únicos en Tánger.
Cecilia y muchos otros, como Juan Carlos Sánchez, editor y empresario, son unos auténticos activistas de la cultura española en el mundo, y nunca en terreno hostil, pues allí donde hay un Instituto Cervantes germina en seguida un talante especial que te hace sentir muy cerquita de casa.

Descubrir que hay gente así ha sido para mí un acicate y me hace pensar más aún que si merece la pena implicarse, intentarlo y luchar, porque lo demás no significa nada, sólo desidia. Cecilia Fernández es para mí otro ser mítico de esta ciudad. La marquesa del Zoco, como la llaman en Tánger sus vecinos, porque ella se empeñó en vivir allí en las entrañas del Tánger más antiguo y genuino.


Detalle del Zoco Chico
Paseando por el Zoco chico me encontré otros lugares comunes, para nuestra historia como la pensión Fuentes, aún con su viejo cartel que permanece en español. La pensión Fuentes fue la casa familiar y eterno proyecto de fundación del pintor Antonio Fuentes. La pensión Fuentes era un punto de reunión de intelectuales en Tánger, junto con el Café Central, justo enfrente, y donde yo he disfrutado de algún que otro té, pues no sé porque siempre que mis pasos se perdían me llevaban a este lugar por donde puedes ver pasar el mundo, otra mágica característica de esta ciudad. En la pensión Fuentes Antonio se inició en la pintura. Comenzó de niño pintando en las mesas de mármol del café o en la azotea y llegó a convertirse en coetáneo y amigo de grandes genios de la modernidad como Picasso en ciudades como París y Roma. En sus últimos años, Antonio Fuentes, volvió a Tánger y se quedó atrapado por la magia de su ciudad natal, como lo hicieron otros artistas Delacroix, Matisse o Fortuny… En la Tánger gloriosa, cosmopolita y viciosa, de los años 40 a los 60.
Jane Bowles en el Café Claridge

Advierto, en este momento, que cada uno de los sitios que enumero deberían ser por si mismos en este relato todo un capítulo y que el libro que escribiría debería tener varios tomos. Pero lo que tengo en espacio, en tiempo, en dedicación y lo peor de todo y más frustrante para mí, en voluntad, solo me da para este relato que quizás algún día pueda desarrollar como se merece.

Es curioso... palabras como memoria, nostalgia, melancolía e incluso añoranza se deberían repetir hasta la saciedad en este relato, y este debería ser un relato plagado de los lugares e incluso gentes petrificadas en un tiempo cercano.  Lugares que también se convierten en nombres propios y toman identidad de personajes por su historia. Allí anclados en el pasado se quedaron  el Cine Goya, el Club mediterráneo, la plaza de toros (la más grande de áfrica) mil peluquerías y despachos de cambio de moneda ya en desuso,  … Y entre todos, el tesoro más precioso de estos naufragios fantasmagóricos  y colosales, el gran fantasma, con su flamante osamenta oculta entre edificios de viviendas construidos a su alrededor de forma desordenada e
Teatro Cervantes
impersonal pero descubriéndose aún como la gran catedral de las artes de la ciudad “El Teatro Cervantes”. Creo que nunca el  esqueleto de un teatro ha transcendido tanto desde una colonia de ultramar como el mitiquísimo teatro Cervantes. Para mi tener el privilegio de descubrir sus entrañas desgarradas a través de la luz de una pequeña linterna y pasear por su patio de butacas destrozadas fue como viajar  a una pesadilla mil veces repetida por las palabras de tantos que lo añoraron y creen con fuerza en su  resurrección de entre los muertos.

Y sus muertos, los de Tánger, también son muertos honorables y memorables, desde la estatua del benefactor Doctor Cenarro que aún se conserva en el cementerio musulmán que está junto al Zoco, o los ya anónimos del cementerio fenicio, que esta horadado en una terraza natural mirando al mar y donde en las noches de verano se confunden las siluetas de los amantes furtivos del Corán con las de los fumadores de Quifi  y con las de los espíritus de los primeros pobladores de Tánger. Pasando, como no, por el cementerio judío e incluso, por el de animales, porque Tánger llegó a tener un cementerio de mascotas del que aún se conserva algo, lo que indica el nivel de desarrollo que llegó a tener esta metrópoli en su esplendor.

Y los  olores, mil olores de vida y muerte que se mezclan en Zoco, el grande y el chico tan vivos de gente, y  tan de verdad….

Todo esto descubrió para mí un Tánger mítico visto desde los ojos de un niño que allí nació y allí se quedó siempre, impresos en sus retinas el azul turquesa del mar y el amarillo de la playa, el olor de las infusiones mezclado con el de las especias y el pachuli…

 
El rodaje de “Tangernación”, la película, fue como navegar sobre este mar de recuerdos y sentimientos y sé que esta película siempre quedará en mí como siempre quedará mi nombre atrapado en sus títulos de crédito. Aunque la película que nos mostrará el impecable montaje de Gema Romera no será para mí nunca completa porque en ella faltarán los descubrimientos de una ciudad mítica a través de los ojos de un  niño de 8 años en el cuerpo y la mente aturdida aún por los mil descubrimientos y sorpresas de un pobre productor de 36 vapuleado por las circunstancias.

“Podríamos pensar que Tánger es una entelequia, un sueño, pero no es verdad por que Tánger está ahí, existe…”

                                                                                                                Ángel Quirós

"Muchas veces pienso que Tánger era un estado de ánimo y que probablemente se instala para siempre en esa parte un poco fantasmal de la memoria en la que algunas personas no sabemos distinguir lo que fue verdad de lo que fue mentira."

EDUARDO HARO TECGLEN

No hay comentarios:

Publicar un comentario